martes, 4 de marzo de 2008

Cusco, lugar de nómades y sedentarios

Esto es algo que debería haber terminado, son historias, descripciones y hasta notas mentales de un viaje por Perú durante el verano pasado. Lejano y entrañable, nunca mal recordarlo.

Ciudad de grandes paisajes, frías noches y apartados rincones. Lugar de nómades y sedentarios, los viajeros más audaces la han visitado. Nuestra estadía fue larga y provechosa, dividida en partes incomparables. La separación por un eje como el Machu Pichu, forzosa y bien intencionada, lleno de buen karma y satisfacciones.



-Puta madre! en la terminal nos dijeron que podíamos dormir hasta las 7 de la mañana en el bondi!
La llegada a Cusco fue revuelta e irónica, no nos queríamos bajar del bondi que peor nos había tratado en todo el viaje. Toro y yo viajamos en la segunda fila de asientos y, durante toda la noche no habíamos podido dormir. En los asientos de adelante nuestro venían 2 cholas que no entendíamos como habían entrado en esos asientos, y acostados en el piso con las piernas para nuestro lado viajaban sus hijos. Estos nos patearon toda la noche, fue una pelea para ver quien ponía primero los pies y quien aguantaba mas las patadas. El olor, el calor y luego el frió se apoderaban cada vez mas de ese colectivo. Como en todos lados, los vendedores ambulantes subían y se tiraban encima de nosotros como si fuésemos ricos extranjeros. El colectivo era el famoso lechero, paraba en todos los pueblos, y no exagero cuando digo todos. En la Terminal de Cusco nos peleamos con los conductores que no nos dejaban dormir como habíamos arreglado al comprar los pasajes, eran las 5 de la mañana y no teníamos donde caer parados. Los hoteles, hostels, paradores o lo que sea estaban cerrados. Lo único que permanecía abierto era algo conocido como Mamá África, mas adelante les contare su historia.
Tomamos un taxi y llegamos a la plaza central de Cusco, justo enfrente de la gigante y hermosa catedral y la iglesia jesuita. Curioso, todas las iglesias y catedrales tenían un costo de visita, me negué a pagar por entrar a un templo de Dios, es mas tuve discusiones ideológicas y religiosas con muchos lugareños para que me expliquen el porque de esto.
La plaza era muy grande y muy linda, rodeada por una arquitectura que llamaba fuertemente nuestra atención, mucha piedra y madera, algo muy colonial pero que matizado con esos techos de tejas y con esos cerros que contrastaban con la ciudad formaban una ciudad paradisiaca, enamorable (no debe existir esta palabra pero es lo que quiero que sientan).
Justo donde nos bajamos salía un pasaje llamado Procuradores, era muy lindo y muy típico del lugar (para mis familiares, como la pequeña y empedrada calle de 5 de Julio en San Telmo, solo que más linda, transitada y colorida). Recorrimos hasta el fondo el pasaje y nos encontramos con una antigua casa que nos gusto y tocamos la puerta.
Se llamaba Hostal Félix, según lo que contaron algunos personajes del lugar fue una antigua casa de un presidente del Perú y fue pasando de generación en generación hasta convertirse en un hostel. Por el tamaño parece que podía ser cierto pero nunca chequeamos esa información, solo decidimos creer que así era.
Con Toro decidimos empezar a recorrer lo mas temprano posible por lo que dejamos los bolsos en el cuarto que nos asignaron (dormíamos separados de Santi y Vaca) y nos fuimos a dar vueltas por la ciudad, sin importar la dirección. Nos llevaban nuestras charlas y hasta algunas veces nos mareaban y nos dejaban en el mismo lugar. Averiguamos precios para hacer el camino del inca, compramos nuestro primer almuerzo en un supermercado y recorrimos la plaza. Volvimos al mediodía para despertar a los otros 2 y comer juntos.

Desde Rene hasta Juan Carlos y su moto, las hermanas colombianas y los viajeros argentinos. Las noches en el Félix, de ronda y buena compañía. Las Rubias y alguna que otra noche las morenas. Los cuartos y sus ruidos, la ciudad y sus laberintos. Pequeñas calles, grandes subidas y todas esas construcciones. Desde arriba un diseño colonial, desde abajo un reino colosal. Civilización e historia, reconocimiento y bondad. Sí, me podría pasar la noche entera contando, enumerando y describiendo partes de ella pero la ciudad se merece mucho más que una pobre prosa. No hay quien se atreva a desafiarme cuando le digo que le será difícil abandonarla.
Nuestra partida fue feroz, desalmada, casi doliente. No la olvidaré, es la ciudad que marco mi viaje y algún día nos reencontraremos. Yo nómade, ella estable y firme.